Una unión de Oriente Medio para Turquía

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Khaled Diab

Ankara tiene otro as bajo la manga si su deseo de Europa se frustra: acercarse a sus vecinos de Oriente Medio y empezar la formulación de un proyecto de cooperación copiado sobre la UE.

Septiembre 2009

La semana pasada, Tariq Ramadan exponía que Turquía era parte de Europa y por lo tanto merecía ser miembro de la UE. “Desde mi punto de vista, Turquía es parte de Europa pero al mismo tiempo no tiene nada que ver con ella. Esto también concuerda con mi teoría de la “amalgama de civilizaciones”. Pero aunque Turquía sea europea, al menos en parte, no significa que vaya a formar parte de la Unión Europea. Los motivos son numerosos. Uno es bastante obvio: la religión y la difícil cuestión “cultural”. Muchos líderes y ciudadanos europeos consideran, ya sea abiertamente o no, que la UE es una especie de club “cristiano”, una versión secularizada de la antigua Cristiandad. Eso explicaría cómo algunos países con historiales cuestionables en materia de derechos de minorías, como Lituania, o con  bases económicas poco fiables y dirigidas por especuladores y oligarcas, como Letonia, han logrado convertirse en miembros. También podría arrojar luz sobre cómo se permitió a Grecia, la “cuna” de la civilización occidental, que entrara en la entonces CEE sin condiciones previas o sin un prolongado periodo previo al acceso, a pesar de las dudas sobre  su “atraso económico” y su continuo conflicto con Turquía, y cómo su carencia de rendimiento desde entonces no ha levantado sospechas.

Pero sería un error exagerar la influencia de la identidad islámica de Turquía. Al igual que en otros muchos casos, la religión, la civilización o la cultura son las tapaderas que ocultan otros conflictos de intereses más mundanos. En primer lugar, y a pesar del enorme progreso económico que ha registrado Turquía en los últimos años, se encuentran las preocupaciones reales sobre el impacto que tendría la gran población rural y pobre del país en la Unión, por no mencionar la cuestión de Kurdistán. Además, el tamaño sí importa en la UE. Con la estructura demográfica del país, sería uno de los Estados miembros más grandes o incluso el más grande en cuestión de población, por lo que automáticamente tendría adjudicado un asiento preferente en la mesa europea y esto disgustaría al eje franco-germano y amenazaría al estatus de otros grandes países. Por este motivo, es probable que Bosnia-Herzegovina o Albania se conviertan en miembros del club antes que Turquía. De igual modo, el tamaño es en parte el motivo por el que a Ucrania, a pesar de su entusiasmo por unirse y de su identidad cristiana, se le ha ofrecido el premio de consolación de mantener unos vínculos más estrechos.

Los turcos furiosos y decepcionados con la Unión

Sin embargo, no es de extrañar que los turcos sientan fastidio y frustración tras más de medio siglo haciendo cola pacientemente a las puertas de la UE. Pero en lugar de esperar eternamente, Turquía debería aprovechar la oportunidad y sacar partido de sus recientes esfuerzos para reforzar sus vínculos en Oriente Próximo. Desde la caída del Imperio Otomano tras la I Guerra Mundial y la creación por parte de Mustafa Kemal Ataturk de una república turca moderna y secular, efectivamente Turquía ha cortado sus vínculos de siglos de antigüedad con Oriente Próximo. Por su parte, los árabes también han dado la espalda a los turcos por los dolorosos recuerdos evocados por siglos de servilismo y el intenso “turco-centrismo” que caracterizó al declive final de la dominación otomana, así como el sueño de una independencia árabe total.

Pero en el proceso, la región ha perdido algunos aspectos que valdría la pena reconstruir en una estabilidad moderna con vestigios más justos: el estado de derecho, la libertad de movimiento internacional y un crisol multirreligioso, multiétnico y dinámico. Al igual que la UE es una agrupación voluntaria de una región que sólo llegó a unificarse con las conquistas de personajes como Carlomagno y Napoleón, ¿por qué Oriente Próximo no puede convertirse en una unión voluntaria entre los territorios del antiguo Imperio Otomano y otros vecinos que deseen unirse, como Irán e incluso Israel, una vez que llegue a un acuerdo de paz con los palestinos?

Reproducir el ejemplo europeo en Oriente Medio

Sin duda, los retos que implica que esta visión se haga realidad son inmensos. Oriente Próximo no sólo constituye una de las regiones más inestables del mundo, sino que además presenta una diversidad increíble en materia política, cultural y religiosa. Pienso que el mejor elemento unificador es el pragmatismo, alimentado por un sentido de destino común obligado por una serie de desafíos comunes: la inseguridad y los conflictos, la pobreza, la “youth bulge” (población mayoritariamente joven que participa en los conflictos), la escasez de agua, la dominación extranjera, etc. Los primeros y pragmáticos pasos de Europa hacia el camino de la integración se dieron cuando un grupo de seis países crearon la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. De forma similar, Oriente Próximo podría dar los primeros pasos agrupándose en torno a recursos que son vitales para el futuro de la región, como el petróleo y el agua. Otro aspecto crucial en este volátil vecindario es la seguridad.

Un pacto de mutua defensa y no agresión entre los países de la región es un elemento imprescindible para la estabilidad futura, con o sin unión. Para garantizar la seguridad de las personas, deberán esforzarse para establecer un tribunal independiente de derechos humanos en Oriente Próximo. Si nos guiamos por la historia, existe el riesgo de que el surgimiento de un bloque así se considere una amenaza para los “intereses vitales de occidente” y se desplegarían los poderes políticos y militares occidentales contra ella. Pero la presencia de Turquía, con poder militar propio, un aliado incondicional de occidente y casi un socio de la UE, podría reducir estos riesgos. Actualmente, un Oriente Próximo pacífico e integrado de este tipo parece una fantasía. Pero ¿quién habría pensado que Europa resurgiría pacíficamente de las ruinas de dos guerras mundiales y del desplome de un Telón de Acero?

This column appeared in The Guardian Unlimited's Comment is Free section on 16 August 2009. Read the related discussion. This translated version appeared in Presseurop.

Author

  • Khaled Diab

    Khaled Diab is an award-winning journalist, blogger and writer who has been based in Tunis, Jerusalem, Brussels, Geneva and Cairo. Khaled also gives talks and is regularly interviewed by the print and audiovisual media. Khaled Diab is the author of two books: Islam for the Politically Incorrect (2017) and Intimate Enemies: Living with Israelis and Palestinians in the Holy Land (2014). In 2014, the Anna Lindh Foundation awarded Khaled its Mediterranean Journalist Award in the press category. This website, The Chronikler, won the 2012 Best of the Blogs (BOBs) for the best English-language blog. Khaled was longlisted for the Orwell journalism prize in 2020. In addition, Khaled works as communications director for an environmental NGO based in Brussels. He has also worked as a communications consultant to intergovernmental organisations, such as the EU and the UN, as well as civil society. Khaled lives with his beautiful and brilliant wife, Katleen, who works in humanitarian aid. The foursome is completed by Iskander, their smart, creative and artistic son, and Sky, their mischievous and footballing cat. Egyptian by birth, Khaled's life has been divided between the and . He grew up in Egypt and the UK, and has lived in Belgium, on and off, since 2001. He holds dual Egyptian-Belgian nationality.

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